viernes, 27 de agosto de 2010

La Flotadora Varada



"La Flotadora Varada"

Seguro que si os hablo de una nadadora, os vendrán a la cabeza mil imágenes e incluso algún que otro nombre. Si os comento alguna cosa de un buzo, más de lo mismo. Pero la historia que os voy a contar va sobre una flotadora.

Es poco común, pero cuentan que hay gente que, por tener una constitución física especial (le pesan mucho los huesos, tienen demasiado hierro en la sangre, ... yo qué sé), es incapaz de flotar y, por ello, de aprender a nadar. La mayoría de ellos aprovechan su cualidad o su defecto para convertirse en expertos buceadores. Otros, como la protagonista de nuestra historia, prefieren desafiar al destino y se convierten en flotadores profesionales.

Llegados a este punto os presentaré a Melania. Algo bajita y desgarbada, culona y muy pecosa, Melania era una mujer inquieta y aventurera, que un día decidió pasar su vida metida en un flotador. Era gran conocedora de las mareas, controlaba las corrientes con una habilidad magistral y hasta Kelly Staler temblaría si la viera cabalgar sobre las olas.

Aunque era consciente de que si perdía el flotador moriría, jamás tenía miedo y podía pasarse meses y meses cabeceando en alta mar. Le encantaba dejarse llevar y quedarse dormida mientras las olas la mecían.

Muchos se asustaban al verla, la confundían con algún naúfrago y trataban de rescatarla. Ella se escabullía siempre, escurridiza como un pescado, escapaba de las manos de quienes la querían salvar. Esas situaciones eran las que realmente la atemorizaban; la idea de verse atrapada de nuevo por la estabilidad de la tierra le resultaba agónica.

Un día, una ola enorme surgió de la nada elevándola hasta tal punto que quedó fascinada por la ilusión de poder tocar las estrellas. Sumergida en tal ensoñación, no se dio cuenta de que la ola desaparecía y, cuando quiso despertar, notó cómo unos brazos estrechaban su cuerpo con ternura.

Después de lo que os he contado, seguro que pensáis que la flotadora cayó presa del pánico y que trató de liberarse con uñas y dientes de aquella "atadura". Sorprendentemente no fue así.

La flotadora se vio envuelta en una calidez que no sabía que existía y no le quedó otra alternativa que la rendición.
Poco a poco el corazón de él se fue adueñando de su pecho, sus latidos cobraron pleno protagonismo y su sangre corrió dulcemente por las venas de Melania llevando a sus extremidades el calor que la inmensidad del mar había borrado hacía tiempo.

El susurro de su respiración la sumió en una especie de letargo, como una caricia la recorrió por dentro haciéndola pasar a un estado casi etéreo. A través de un ligero cosquilleo notaba como su ser abandonaba su cuerpo y fue en ese instante cuando comprendió el sentido de aquellas canciones, frases y tópicos que se dicen de la vida y del amor, todo carecía de importancia. Él la apretó con fuerza e intensamente contra sí devolviéndola a la consciencia.

Poco a poco, el flotador que llevaba tanto tiempo atrapado en su cintura, fue resbalando hasta caer a sus pies. Melania dejó que se marchara con la corriente.

Miriam Rodríguez


lunes, 23 de agosto de 2010

¡¡A por las zanahorias!!


¡Hola a todos!
En esta ocasión no hay microrrelato, esta entrada está dedicada a mi futuro sobrin@.
He preparado este dibujo porque le vamos a pintar un mural en su habitación.
Ays, qué nervios, espero que quede bien, es una tarea de gran responsabilidad, pensad que va a ser lo primero y último que vea todos los días XD
Intentaré no ser vaga y hacer fotos del proceso para subirlas al blog.

 Beseticos,                              

Miriam                        

viernes, 20 de agosto de 2010

La Reina del Meu Cor



"La Reina del Meu Cor"

Todo el mundo opinaba que eran la pareja perfecta: Ella pequeña y bien formada, él larguiducho y de rasgos torpes. Ella coqueta y caprichosa, él sencillo y generoso. Ella egoísta y vanidosa, él todo corazón. Ella hija de un noble arruinado, él un tipo al que le había ido bien, pero que muy bien, su negocio.

Mr. Goose era consciente de lo afortunado que era. La vida le había sonreído cuando la Reina de Inglaterra decicidió que las pantuflas que él fabricaba eran las mejores del mundo. Desde ese momento todo habitante de la isla quería tener unas pantuflas Mr. Goose y su humilde negocio creció como la espuma.
Cuando él pensaba que no podía ser más afortunado, uno de sus empleados apareció un día en su oficina: una clienta exigía que la atendiese el mismísimo Mr. Goose en persona, ningún otro podría tocar sus refinadísimos pies. Así fue como conoció a Lady Foxy, la que él coronaría como "La Reina de su Corazón".

Lady Foxy era una relamida señorita de buen comer y mejor vivir. Estaba obsesionada con el orden y la perfección, y no soportaba que nadie la tocara ni a ella, ni a sus cosas. Por estos motivos la única criada con la que se supo llevar y que a su vez fue capaz de soportarla fue Anna, una joven medio judía, poco habladora y muy ordenada, que padecía el síndrome de Asperger.
Su máximo disfrute y en lo que ella invertía casi todo su tiempo, era en humillar a sus "queridas amigas". Quedaba con ellas todos los días para dar un paseo y luego a tomar el té. Una zancadilla ante los nobles del barrio, un comentario jocoso soltado de manera falsamente inocente, hasta le pedía a Anna que fuera a cazar ranas al estanque para colocárlas en el té de sus invitadas y morirse de la risa mientras éstas trataban de aguantar las arcadas.

Mr. Goose y Lady Foxy sólo se veían una vez al día: a la hora de la cena. Lady Foxy hablaba sin parar de todas las frivolidades que hacía a lo largo del día, mientras Mr. Goose la miraba embobado como si de un ángel se tratara. Todas las noches acababan igual, tras la cena Lady Foxy le contaba a Mr. Goose todas las maldades que tenía previstas hacer a sus amigas al día siguiente, mientras éste le masajeaba los pies. Cuando el masaje en los pies empezaba a pasar a un plano más cariñoso, Lady Foxy se levantaba de golpe y se retiraba a sus aposentos alegando un terrible cansancio. Mr. Goose no se sentía molesto con esta actitud, es más le gustaba, la hacía fruto de una inocencia que el resto del mundo sabía de sobras que no existía.

Todos los jueves Lady Foxy se reunía con sus amigas en un local cerca del puerto para jugar su partida semanal de Cribbage. A esta partida acababan siendo invitados los rudos marineros que desembarcaban temporalmente en esos días. En un principio Lady Foxy siempre era discreta, como queriendo pasar despercibida (cosa que no conseguía), pero pronto dejaba ver sus verdaderas intenciones: lo que hacía era tantear el terreno, ver por qué marineros se sentían atraídas sus compañeras para después atacar allá dónde más dolía. Una vez se desfogaba con su trofeo, lo abandonaba insensiblemente para volver a casa a ser adorada por su masajeador de pies.

Mr. Goose estaba acostumbrado a cenar solo la noche de los jueves ya que Lady  Foxy tenía su partida de Cribbage. Aunque echaba de menos su imagen angelical, sus oídos no podían evitar sentirse aliviados.
Aquel jueves ese alivio duró poco, aún no había dado el primer bocado cuando los tacones de Lady Foxy se oyeron tronar por el largo pasillo. Estaba enfadadísima, algo le debía haber sucedido. No hizo falta preguntar, nada más sentarse a la mesa dio un largo suspiro y exclamó:

-"¡Mis amigas piensan que no tengo corazón!"

Mr. Goose que la miraba expentante, sonrió para sus adentros y sin prestarle importancia respondió:

-"Amorcito, quizá si dejaras de hacerles bromas pesadas y fueras un poquito más cariñosa..."

Lady Foxy cada vez estaba más enfurecida. Sí, realmente sus amigas pensaban que no tenía corazón pero si hubieran sido ellas quienes hubiesen hecho tal sentencia, no se hubiera sentido tan molesta. Sin embargo, fueron los marineros quienes, cansados de ser tratados como simples juguetes, se habían reunido ante ella dejándole claras sus intenciones: ninguno de ellos se acercaría a ella, ni a sus amigas, hasta que no demostrara que no era un ser carente de corazón.

-"¡¡O sea que no tengo corazón!!"

-"¡Reina mía, no le des más importancia a eso, aunque lo quisieras tú no eres un ser sin corazón ya que el mío te pertenece!

Al cabo de una hora Lady Foxy irrumpió en el salón donde sus amigas se lo estaban pasando en grande con los marineros. Caminaba orgullosa con su inmaculado vestido blanco manchado de sangre y sosteniendo algo entre sus dos manos. Una vez estuvo en el centro de la sala mostró lo que tenía en sus manos y con solemne rotundidad dijo:

-"Caballeros, he aquí la muestra de que no soy un ser carente de corazón, como pueden comprobar ustedes el corazón de mi esposo me pertenece."

Dicho esto, llena de orgullo y con la frialdad que le caracteriza, se sentó tranquilamente a esperar la réplica correspondiente.

Miriam Rodríguez

lunes, 9 de agosto de 2010

"Romualda, La Femme Forte"

"Romualda, La Femme Forte"

Se llama Eloína Lidubina pero todo el mundo la conoce como Romualda, La Mujer Forzuda.

Apenas nadie conoce su verdadero nombre pero quién se entera siempre dice lo mismo: "vaya, no te pega nada." A ella no le importa en absoluto, está muy orgullosa de su carrera artística.
Cuando llegó al circo Gran Omelette hace más de 15 años el único modo en que se dirigían a ella era: "¡Eloína, limpia los establos!"

Sin embargo, Gerôme Gérard, ávido chef de piste del circo, enseguida supo vislumbrar en ella un diamante en bruto. Su gran corpulencia, sus rudos rasgos y el exceso de vello llamaban la atención de todo aquél que se cruzaba en su camino. Cualquier otra persona se hubiese sentido muy molesta, habría optado por odiar a todo el mundo y por encerrarse donde no la viera nadie pero a Eloína le encantaba la gente y sabía darle la vuelta a cualquier situación desagradable. Con los que más disfrutaba era con los niños, se divertía de lo lindo haciéndoles "el monstruo" y echando a correr tras ellos entre gritos y risas. Al final siempre acababan haciendo una montaña sobre ella en una batalla de cosquillas.

De esta manera Eloína Lidubina terminó siendo Romualda, La Barbuda.
No fue una época muy feliz para ella dado que, para que la atracción causara impacto, Eloína tenía que evitar que la vieran, así que no podía salir a saludar a la gente ni a jugar con los niños como antes.
Afortunadamente en el circo tenía grandes amigos, como Clotilde y Jaume, la adiestradora de gallinas y el contorsionista. Ellos la conocían bien y sabían lo mal que lo estaba pasando, por eso trataban de entretenerla con juegos y malabares.

Una mañana vinieron unos niños de la escuela a visitar el circo. Entre las cortinas de su caravana Eloína podía verlos sentaditos y superconcentrados en las piruetas de las gallinas de Clotilde. A toda prisa empezó a revolver en los armarios y baúles que inundaban su caravana, sacó unos cuernos de allí, unas plumas de allá,... y de golpe surgió de la caravana hecha un verdadero monstruo y levantando una estampida de niños que gritaban por doquier.


Las venas parecían estar a punto de estallar en las sienes de Gerôme Gerard. Jamás nadie lo había visto tan enfadado, ni siquiera cuando uno de los leones de Leónidas le dio un mordisco en el trasero durante una función. Gritaba a Eloína no sólo por la conmoción que había provocado a los pobres niños, si no porque había desobedecido su orden de no dejar que alguien la viera. Terminó el sermón con un: "¡Vete a tu caravana y ni se te ocurra volver a salir!"
Eloína no pudo soportarlo más, la sola idea de volver a ser recluida le hizo enloquecer y empezó a coger todo lo que estaba a su alcance y a lanzarlo por los aires. Todos corrían atemorizados, sobre sus cabezas volaban sillas, taburetes, tambores... ¡ hasta las caravanas! Nada parecía lo suficientemente pesado como para que Eloína no lo pudiera levantar.

El único que no salió huyendo ante el huracán Eloína fue Gerôme Gérard. Al principio pensaban que se había quedado en shock luego se dieron cuenta de que en realidad estaba fascinado ante la fuerza de Eloína. Ésta, al verle allí, frente a ella, petrificado de aquella manera, consiguió ser consciente de lo que estaba haciendo y se calmó. Avergonzada por su comportamiento pidió perdón a sus compañeros y se dirigió a su caravana, no para esconderse, si no para hacer las maletas.

Al salir de la caravana Gerôme Gérard la esperaba arropado por el resto de los componentes del circo.

-"¿Qué haces Romualda? ¿A dónde vas?"
-"Sr. Gérard, comprenderá usted que después de lo sucedido no puedo continuar siendo Romualda, La Barbuda."
-"Sí, eso es cierto... ¿Pero qué va a ser de nosotros sin no tenemos a Romualda, La Forzuda para que nos ayude a arreglar este desbarajuste?"

Eloína miró a su alrededor: la carpa estaba en el suelo, había trastos desperdigados por todas partes, quedaban en pie pocas caravanas y los animales estaban tan asustados que se habían acurrucado en un rincón de sus jaulas. Aún así sus compañeros le suplicaban que no se marchara.

Ante tal gesto Eloína sólo pudo suspirar un sentido "gracias" a la vez que agachaba avergonzada la cabeza y secaba sus lágrimas. Acto seguido, entre risas, todos se abalanzaron sobre ella para iniciar una de sus famosas batallas de cosquillas.

Hoy en día "Romualda, La Forzuda" es uno de los espectáculos más atractivos del Circo Gran Omelette. Ella es capaz de levantar cualquier cosa por muy pesada que sea, se pasea como si nada con 50 niños cogidos a su cuerpo y luego los lanza al aire hasta que llegan a tocar las nubes para después recogerlos uno a uno antes de que lleguen al suelo.

¡Todo el mundo quiere a Romualda, todos quieren ser como La Mujer Forzuda!

Miriam Rodríguez

martes, 3 de agosto de 2010

The Grandma who stare at goats


 "The Grandma who stare at goats"

Paseando una tarde con mi hermano mayor por las calles de Chiii tuve la ocasión de conocer a un personaje que me resultó cuanto menos peculiar. Mientras subíamos la cuesta que procedía de su casa me dijo: mira, hoy vas a conocer a "la abuela de las sorpresas".

Al igual que vosotros yo no entendí nada... hasta que la vi. En principio se trataba de la típica señora de pueblo que coge su sillica y se sienta al fresco en la puerta de su casa pero esta era diferente. Tenía los ojos abiertos como platos y en su boca se podría colar cualquier mosca con total tranquilidad. Con esa expresión catatónica nos seguía sin perder la atención, como si estuviera contemplando algo totalmente insólito. La saludamos pero no dijo nada, siguió así, mirándonos atentamente con la boca abierta.

Ante tal comportamiento mi reacción fue quedarme petrificada. Su exagerada muestra de atención me tuvo tan intrigada que consiguió hipnotizarme, mil pensamientos pasaban por mi cabeza: estará enferma esta señora, tendré monos en la cara, la habrán abducido los extraterrestres o será un extraterrestre disfrazado, a lo mejor ni siquiera es una señora y es un animatronic para alguna peli de terror... Un capón de mi hermano me hizo reaccionar y continuar mi camino.

Tiempo más tarde vi esa peli que se llama "Los hombres que miraban fijamente a las cabras" y lo entendí todo...

¡Ey, que está basada en hechos reales! :P

Miriam Rodríguez